miércoles, 17 de enero de 2018

Sobre el segundo concierto de Rachmaninov.

A veces el alma humana es un verdadero misterio, al menos para alguien que, como yo, se dedica a analizarla para así poder escribir.
"La bruma comenzaba a disiparse. Seguéi Rachmaninov ya no se encontraba dentro de la sala de conciertos, ni siquiera en la consulta del doctor Dahl. Estaba en mitad del océano, en un pequeño islote apenas más grande que sus pies. Le dijo al doctor lo que veía.

-Alce la mirada -le insistió Dahl-. ¿Qué se perfila en el horizonte? ¿No ve una costa rocosa? ¿Una tierra hostil a la mirada, pero muy probablemente acogedora en su interior?

-¡Sí, es cierto! ¡Está ahí!

-Pues salte del islote, Seguéi, y nade, no le importen las olas, ni el frío. Alcance la costa. Escriba ese concierto y volverá a ser quien siempre ha sido. Ya tiene el dolor cogido por la empuñadura. Arrójelo bien lejos, para siempre, de usted. Hemos vuelto y esta vez nos quedaremos allí.

Serguéi Rachmaninov se desprendió del dolor y lo lanzó al fondo del mar, donde se hundió sin dejar cicatrices en el agua. Comenzó a nadar con sus inmensas manos. Llegaría hasta la costa".

(Es un fragmento de las "Sinfonías de la mañana". Volumen 2. Martín Llade. Radio Clásica. RTVE. 2017).

La Sinfonía nº 1 de Rachamninov fue un fracaso y él cayó en una depresión. Decidió no volver a componer. Recuperó la fe en sí mismo gracias a la terapia que siguió con el doctor Nikolai Dahl y compuso una de las obras más bellas de la historia de la música (que dedicó al doctor, como puede leerse en la tercera foto que he puesto) y que nunca he dejado de escuchar, así como sus preludios para piano y su Sinfonía nº 2.

Esta versión de Anna Fedorova es espléndida:

https://www.youtube.com/watch?v=rEGOihjqO9w



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