domingo, 13 de agosto de 2017

"Vértigo" y las condiciones que deben tener las obras de arte.

La he visto muchas veces, desde que la descubrí siendo un adolescente en la Filmoteca Nacional de la calle López de Hoyos de Madrid, en un cine que ya no existe, junto a "Psicosis" y "Con la muerte en los talones". Años más tarde leí un libro del filósofo catalán Eugenio Trías, "Vértigo y pasión", que analizaba la película con una poética profundidad. En mi último viaje al norte de Inglaterra me reencontré con ese libro reeditado en la librería de la Universidad de Lancaster y lo compré otra vez.

Desde entonces me apetecía ver de nuevo la que algunos consideramos la mejor película de la historia y que tanto ha influido en "La Nouvelle Vague", Coppola o Lynch. Anoche lo hice y volví a admirar la belleza, delicadeza y exquisitez de Kim Novak y a emocionarme con los títulos de crédito de Saul Bass y la música de Bernard Herrmann, que tanto tiene que ver con la melodía infinita de "Tristán e Isolda" de la que hablaba el otro día.

(La escena del beso, con ese movimiento de cámara de 360º, siempre me ha parecido memorable. Él por fin consigue que ella se vista con la ropa de la otra, es decir, que se desnude por completo: 


Si alguna película habla de los sentidos, de la pasión, del carácter efímero y a la vez eterno de la belleza, es esta. La vida es vértigo, es reconocernos y reconocer lo que existe mientras nos deslizamos por la increíble montaña rusa de cada día, y sobre todo sentir que el amor debe dejarte estoqueado en medio del patio, como diría Cortázar en "Rayuela", para ser verdadero amor.

Como señala Trías, esta película cumple los cinco requisitos de una obra de arte:

1) Es un microcosmos de nuestro mundo, ya que dice algo sobre la esencia del mundo.

2) Es perenne. Resiste la erosión y el paso del tiempo o tiene la capacidad de resurgir y resucitar en todas las épocas.

3) Produce goce, placer y disfrute cada una de las veces que se la vuelve a contemplar o visitar.

4) Saca a la luz o desvela las fuerzas oscuras de su época.

5) Seduce, hipnotiza y fascina.

Yo, por mi cuenta, añado otro más, forma parte de mi "educación sentimental", como diría Flaubert, otro libro imprescindible en mi vida, sobre todo en mi manera de construir ciertos personajes femeninos.
 
 

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