jueves, 25 de agosto de 2016

La vida fluye sola, llena de casualidades, como diría el filósofo del XVIII John Locke.

Siempre llevo un libro en el bolsillo de la chaqueta, desde que era un adolescente. En la manifestación de Madrid contra la invasión de Irak iba con "Una habitación propia", de Virginia Woolf. En aquel tiempo había decidido estudiar la obra de la escritora británica. "Al faro", "Las olas", "Orlando" y "La señora Dalloway" son novelas a la altura de Joyce que no me cansaré de aconsejar a mis amigos y alumnos.

Entre las amigas que vinieron a la manitestación había una que se mostró muy interesada en el ensayo de Woolf que defiende la independencia de la mujer, sobre todo económica, y se lo regalé mientras cenábamos en el restaurante Lateral de la calle Fuencarral (también me distingo por regalar, rápidamente, los libros que llevo en el bolsillo de la chaqueta). Semanas después me enteré de que se había separado.

En el grupo de "Bloommsbury" (tan bien estudiado por Ana María Navales) los dos genios eran Johh Maynard Keynes y Virginia Woolf. Esa época de los años 20 en Londres se la he contado muchas veces a mis alumnos. Keynes ha sido el mayor genio de la economía y un defensor de su rostro humano. He dado infinidad de conferencias sobre este economista, la última esta primavera en la Universidad Rey Juan Carlos.

Ayer la escritora Juana Vázquez Marín, gran amiga, se refirió al glamour que me rodeaba y hace unos días también me habían llamado esnob, así que he buscado una fotografía con pajarita de esa conferencia que parece un pase de modelos (sacada por Silvia López) y luego he descorchado una botella de champán.

Porque Locke siempre tiene razón.

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