martes, 26 de julio de 2016

La literatura sigue siendo generosa conmigo.

La poeta Candelaria Villavicencio (La Oratava, Tenerife) me ha dedicado en las últimas semanas varios poemas.

A Candelaria -Lali para los amigos- la descubrí a través de Facebook hace dos años, pero no tardamos en quedar a tomar un café una tarde en un bonito pueblo de Tenerife, Buenavista del Norte. Luego hemos comido y tomado muchos cafés. Esta maestra de niños pequeños lee y estudia a los grandes poetas de la historia sin descanso, consciente de que solo así se puede escribir poesía de calidad. 

Me convencen su riqueza léxica y semántica, sus hermosas metáforas, su claridad expositiva, la honestidad de su propuesta poética. Lo suyo no son juegos de palabras.

Espero pronto un libro suyo.

(A Justo Sotelo por su inmensa ternura y amor).

"Llegamos a ser ladrones de todos los nombres
pero no supimos merecernos la vida.
Ahora ya no tenemos más pájaros que nos regalen la libertad.
Gasté el verano caminando el invierno por tu cuarto.
Desteñí la nieve de la calle abierta de par en par.
Me camuflé en el humo negro
y fui una mujer buscando un pájaro para volar.
En mi cuarto tengo un bosque,
donde suelo dormir sobre un árbol.
Aquí, en mi cuarto nadie entra ni sale sin amarme.
Las paredes contienen la belleza que no cabe en el suelo.
Resguardo las palabras de tus ojos
en un trozo de papel de aquellos que me pintaste.
¿Lo recuerdas?"

“Había vivido en coloridos ríos,
deslustradas corrientes sin agua,
bajo el oro de la tarde
sobre esas arcadas que flotan siempre,
cisnes con cuello de lino y plata.
No hay ningún pez con pico
por esas aguas de río.
Están las riberas vendadas con flores.
En esas aulagas de papel
vierto mi amor entero,
amor azul y malva.
Por esas aguas sin pájaros de verdad
doy regocijo al río con mis manos de sombras”.

“Todos juntos para abrirnos las lágrimas
y expulsarlas no importa donde,
aquí ya nadie llora
antes de reír hasta caer sin algo en los ojos.
Guardamos esas huellas en un cielo sin lluvias,
otras veces las ungimos de lodo
en pequeñas bolitas que cristalizan.
Entonces lloramos lento todos juntos
para llamar a la tristeza melancolía”.

(La foto es del año pasado en una terracita de La Orotava).

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