jueves, 18 de febrero de 2016

El Laocoonte de Lessing

Anoche me quedé dormido terminando de leer el "Laocoonte" de Lessing (1766), el gran poeta y pensador de la Ilustración alemana, sobre los límites de la pintura y la poesía.

Es un ensayo que me gusta mucho. Me examiné de él, en su día, dentro de la asignatura de Teatro que impartía Pedro Víllora, dramaturgo y actual secretario académico de la RESAD (Real Escuela de Arte Dramático).

Cuando los griegos dejaron en la costa el famoso caballo de madera, los troyanos pidieron al sacerdote Laocoonte que ofreciera un sacrificio a Poseidón para que destrozara los barcos griegos que habían huído. Sin embargo, salieron del mar dos serpientes enormes que atacaron a los hijos de Laocoonte. Los tres personajes de la historia acabaron ahogados por los monstruos. Los troyanos tomaron esto como un presagio y metieron el caballo en Troya, con lo que comenzaba el final de aquella guerra interminable.

Lo interesante del asunto es saber si Laocoonte grita en esa mítica escultura (algunos dicen que es la más perfecta de la historia del Arte).

Ante la misma, Lessing distingue entre el aficionado que la observa, el filósofo y el crítico. El primero considera que tanto la poesía como la pintura producen una impresión parecida. El filósofo trata de penetrar en la belleza, «cuya noción inmediata nos proviene de los objetos corpóreos». Lejos de declarar este sentimiento como subjetivo, asegura que la belleza tiene reglas que podrían aplicarse a objetos distintos, tanto a las acciones como a los pensamientos y las formas (lo que nos lleva a pensar en las ideas sobre la tragedia de Aristóteles). Por último, el crítico reflexiona sobre el mérito en la aplicación de tales reglas para crear belleza, y así tanto la pintura como la poesía pueden complementarse mediante ejemplos y explicaciones.

(La escultura se cree que es del siglo I d C, y está en el Museo Pío Clementino de Roma).