viernes, 18 de enero de 2013

Para qué debería servir la política económica

El otro día una amiga se preguntaba en mi página de Facebook para qué sirve la política económica, a raíz de mi anterior artículo publicado en este diario sobre la necesidad de que exista más rigor en la aplicación de la economía por parte de los políticos de turno. Pues bien, voy a intentar contestar a esa pregunta con el mismo rigor terminológico que solicito yo de las autoridades.

Existen dos formas de definir la política económica, según se aluda a la “praxis” que se persigue con la materialización de la misma -a partir de las medidas y actuaciones que llevan a cabo las autoridades para conseguir ciertos objetivos-, o según se entienda como una orientación de contenido científico analítico, a partir del análisis científico de esas actuaciones.

La teoría de la política económica se centra en la parte científica, al considerar a la política económica como una disciplina autónoma dentro del sistema de ciencias económicas.

Por lo que se refiere al significado de la política económica en cuanto a “praxis” son numerosas las definiciones que han buscado otorgarle un auténtico sentido propio. Fue, en concreto, Tinbergen (1952 y 1956) el que marcó una línea básica de desarrollo formal de la misma. Así, la política económica supone una variación intencional de los medios con el objeto de obtener ciertos fines, y se hace una declaración de intenciones sobre su formulación más tradicional, desde el punto de vista normativo. Tinbergen alude también a la necesidad de considerar la política económica como un todo coherente en cualquier momento, pues la posibilidad de su fragmentación sólo es excepcional.
Además su lógica es una inversión del sentido que tiene el análisis económico. La lógica más simple es la relativa a la política cuantitativa con objetivos fijos: los valores de los objetivos están dados, mientras que son desconocidos los de los instrumentos. Junto a ello el de los objetivos flexibles es un problema de máximo, y no consiste en otra cosa que en hallar los valores de las variables instrumentales que lleven al máximo una función de bienestar. Tinbergen está poniendo, de esta forma. los cimientos de la política económica cuantitativa, inspirada en la economía del bienestar y el paradigma Keynesiano.

También es básica la definición de Meynaud, para quien la política económica la constituyen el conjunto de decisiones gubernamentales en materia económica, tomando la expresión “gobierno” en sentido lato para que comprenda a las diversas autoridades públicas de un país dado, pero también es “una guía para la acción práctica”. De esta forma se complementa el espectro comentado por Tinbergen y se incide en la parte más política de la expresión.

Para Kirschen, y colaboradores (1969 y 1978), la política económica es el proceso mediante el cual el gobierno, a la luz de sus fines políticos últimos, decide sobre la importancia relativa de ciertos objetivos y, cuando es preciso, utiliza instrumentos o cambios institucionales con intención de alcanzar tales objetivos.

De las tres definiciones señaladas se pueden extraer claras similitudes, que reafirman las características propias de esta interpretación de la política económica en cuanto “praxis”:
1.       La existencia de una autoridad (el gobierno, o el conjunto de autoridades públicas de un país).
2.       Unos fines u objetivos cuyo logro se persigue.
3.       El carácter deliberado de las acciones que la citada autoridad desarrolla en el terreno económico.
4.       La existencia de unos instrumentos que pueden ser manipulados o alterados por las autoridades para tratar de alcanzar los fines propuestos.

El problema que se plantea, por tanto, es de toma de decisiones, que es preciso dotar de la mayor racionalidad posible desde el punto de vista científico, aunque en ocasiones sea algo muy complejo, con información deficiente e incompleta. Todo ello se constata en la deficiente aplicación de la política económica aplicada por nuestro gobierno, pero también por la de la mayor parte de los gobiernos occidentales, que están en manos de lobbies económicos.

(Publicado por el Diario Progresista el 18 de enero de 2013).

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