viernes, 26 de octubre de 2012

Las oportunidades de los individuos

El bienestar debe definirse de forma distinta a como lo hacen los utilitaristas. Para el utilitarismo lo esencial es el consecuencialismo (las instituciones y políticas sociales se juzgan por la bondad de sus consecuencias), el bienestarismo (la bondad se juzga en función de la utilidad que proporciona) y el hecho de que la única forma de lograr un juicio social es por la ordenación efectuada con la suma de las utilidades individuales, para después ser maximizadas.

Sin embargo, este estado social no tiene en cuenta todas las dimensiones posibles de la vida de los individuos, al quedar subsumida la idea de justicia en la de maximización de la utilidad. Las limitaciones de la utilidad hacen que no se tengan en cuenta las ideas de igualdad y libertad.

El concepto con el que Amartya Sen designa el conjunto de bienes del que puede disponer una persona en una sociedad utilizando todos los derechos y oportunidades que estén a su alcance es el de “entitlements”, y es el que permite alcanzar a tal persona adquirir ciertas capacidades. El nobel de economía no acepta el argumento que justifica el mercado como el ejercicio de los derechos individuales legítimos de las personas, que por una cuestión de justicia tienen prioridad absoluta. Para él ninguna institución social puede ser justa, sólo, por la aceptación de unos derechos primarios, independientemente de sus consecuencias.

Al estudiar el fenómeno de las hambrunas durante el siglo XX, Sen deduce que estas se han producido sin que hayan existido caídas en la producción debido a desastres naturales, y han sido el producto de cambios bruscos en los citados “entlitelments”. Los derechos personales pueden provocar desempleo, disminuir la renta y generar hambre sin que se violen los derechos de nadie. De esta forma, ¿seguirá siendo el mercado un mecanismo aceptable sólo porque no se violan los derechos de nadie? ¿Son los derechos de propiedad prioritarios al sufrimiento de muchas personas? Estas preguntas las contesta Sen argumentando que el valor del mercado, como el de cualquier institución, depende de sus consecuencias.

Pero además no comparte el mismo sentido de las “consecuencias” que los liberales. Friedman considera que el estado es una institución peor que el mercado, ya que este protege de forma más eficiente los intereses de las personas al posibilitarles la famosa “libertad de elegir”. Sen, por su parte, propone tener en cuenta las consecuencias que las instituciones sociales provocan para la libertad teniendo en cuenta:

1.      Las oportunidades que poseen los individuos para lograr las cosas que valoran.
2.      El papel que tienen las personas en los procesos de toma de decisiones.
3.      La inmunidad que tienen las personas frente a las posibles interferencias de otros.

De esta forma el mercado sólo puede proteger las libertades segunda y tercera, pero no la primera, motivo por el que se propone que se juzgue al mercado por si es capaz de conceder a los individuos oportunidades reales de vivir de un modo que ellas juzguen valioso.

Como cualquier juicio social sobre una institución, tal juicio posee dos componentes: la evaluación de la eficiencia y de la distribución. En el primer caso, las instituciones sociales serán eficientes en términos de libertad como oportunidad si no existiera ningún estado alternativo en el que al menos el conjunto de capacidades de una persona pudiera ser mejorado sin empeorar el de la otra, lo que supone una redefinición del primer teorema básico de la economía del bienestar. En el segundo caso, se hace referencia a que no sólo se trata la desigualdad en la posesión de bienes, sino también la desigualdad de las personas de convertir bienes en capacidades.

(Publicado en el Diario Progresista el 26 de octubre de 2012)

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