viernes, 5 de agosto de 2011

En Francia nos envidian

No tengo la intención de realizar un análisis, en profundidad, de la trayectoria de Zapatero durante sus casi ocho años al frente del gobierno de España. Junto al hecho de renunciar a sus principios económicos en su segunda legislatura, Zapatero pasará a la historia porque intentó “modernizar” a la sociedad española y contribuyó a dejar el conflicto del terrorismo cerca de su final.
          
Siempre he considerado que París es la ciudad más hermosa del mundo, y no sólo porque pensaran lo mismo algunos de los escritores que más me gustan. Reconocerán, conmigo, que sentarse en las terrazas del “Café de Flore” o “Les Deux Magots” es uno de los placeres más sabrosos para los que amamos la literatura. O pasarse la tarde, incluso, en uno de los cafés de la Place du Tertre, aunque te obliguen a pedir un “caféolé” cada media hora. No digo nada de los paseos monumentales, los museos, los cines de arte y ensayo, y ese río mágico rodeado de puestos de libros, tan aristocrático, más que nada si lo comparamos con esa cosa que corre por el sur de Madrid. Si encima llueve (como se dice en la última película de Woody Allen), la felicidad es completa.
          
París es la ciudad de la luz, del amor, de la torre Eiffel, en fin, de todas esas cursilerías maravillosas. Ya sé que el resto de franceses suelen considerar a los parisinos como estirados, pedantes y creídos, pero ésta es otra historia.
          
Lo que quería decir es que uno de mis mejores amigos es francés y homosexual, y vive cerca de Montmartre -lo que define de alguna forma su carácter y estilo de vida-. La última vez que nos vimos me dijo que sentía envidia de España, y lo mismo comentó su pareja, un francés de Toulouse. Ambos habían cerrado los ojos en algún momento y soñado que eran españoles. En su opinión España es más moderna y está más adelantada que su querida Francia.
          
Mientras les escuchaba decir esas cosas pensé en la breve aparición de la primera dama francesa en la película que he mencionado de Woody Allen, y en la chica amante de Cole Porter con la que se queda el protagonista al final, y sobre todo en la musa de los escritores y pintores que prefiere vivir en otra época. Y me dije que París siempre sería otra cosa, pero mis amigos insistieron en que no se podía vivir mirando siempre al pasado, y que, aunque nuestra prima de riesgo se dispare, España por fin está a la vanguardia del mundo.

(Artículo publicado en el Diario Progresista el 5 de Agosto de 2011)

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