sábado, 21 de mayo de 2011

ACAMPADASOL

Como todas las semanas desde hace muchos años, el martes pasado comí con mis amigos José Luis y Pepe en un restaurante de Argüelles (este año se nos ha unido mi hijo) y, mientras éste se empeñaba en hablar de las películas de los hermanos Marx que le tienen fascinado, sobre todo los personajes interpretados por Groucho (“la televisión ha hecho maravillas por mi cultura, en cuanto alguien la enciende, voy a la biblioteca y me leo un libro”), los adultos nos pusimos a hablar de política.


En cierto momento, Pepe aseguró que todo estaba perdido con la actual generación de políticos que tenemos en España, y con su habitual inteligencia y perspicacia trajo a colación la famosa anécdota de Diógenes. El filósofo se encontraba a gusto dentro de un barril pensando en sus cosas, cuando el todopoderoso Alejandro Magno se acercó a él y le dijo que le pidiera lo que quisiera, pues sería capaz de conseguírselo. El filósofo le contestó que sólo deseaba que se apartara para que no le quitara el SOL. Alejandro se retiró, balbuceando: “En mi otra vida quiero ser como Diógenes, y tener las agallas de decir al más grande de los grandes que se aparte para contemplar el Sol”.

A lo largo de la historia, los políticos humanistas se han preocupado de saber de filosofía, de arte, de literatura, porque lo que más les ha importado ha sido lograr la igualdad entre las personas, y para eso debían estudiar. Al final llegaron al convencimiento de que el mayor peligro de la democracia es la ignorancia. Entre sus lecturas estaban Hegel, Kant, Stendhal, Virginia Woolf, Proust, y no se han conformado con hablar de ideas prosaicas como “maximización de votos”, “beneficio personal” o “grupos de presión”, entre otras cosas porque han entendido que hay que desarrollar una política coherente, verosímil y universal, compatible con la visión de la vida que tenía Diógenes, y que tanto gustó a Alejandro Magno

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