lunes, 7 de marzo de 2011

La economía de la cultura


Se puede vivir sin cultura? ¿La cultura la debe proveer el sector público o el privado? ¿La economía transforma en puro pragmatismo a algo que únicamente debe ser patrimonio del espíritu?

La economía de la cultura genera importantes recursos económicos, rentas y empleo, y es esencial en la regeneración urbana y el desarrollo local y regional. Hablamos de la cultura como suma de las industrias culturales (libro, disco, cine), las artes escénicas (música, teatro, danza) y el patrimonio histórico.
 
Los vértices analíticos de la economía de la cultura pueden estudiarse según los rasgos de los bienes culturales: su carácter adictivo, la demanda de características, los bienes públicos y las externalidades, y la enfermedad de los costes de Baumol.

Con relación al carácter adictivo de los bienes, la satisfacción del consumo cultural crece proporcionalmente a medida que el nivel de cultura es mayor, ya que el gusto es insaciable, y se quiebra el principio de los rendimientos decrecientes. En la demanda de cultura no se requiere el bien en particular, pues la satisfacción se deriva de las propiedades o características de los bienes. Además, como bienes públicos y externalidades no hay rivalidad en el consumo.

La enfermedad de los costes de Baumol hace referencia a que existe un desfase entre los incrementos de la productividad y los costes de las artes escénicas. El sector productivo son las manufacturas y el improductivo las artes escénicas; el primero mejora su productividad gracias a la innovación, las economías de escala y la acumulación de capital, mientras que el improductivo tiene una productividad constante. El aumento de costes tan sólo puede cubrirse con aumento del precio de las entradas o el número de representaciones. La solución es evidente: la intervención del Estado.

Otras soluciones para las artes escénicas en relación a estos costes son mejorar los medios técnicos para incrementar la productividad al atraer a más público, la reducción del personal (tamaño de las orquestas, selección de obras de teatro con menos personajes), el aumento de la explotación de las creaciones artísticas con edición de libros, catálogos, videos y discos, lo que hace crecer las audiencias y mejora el volumen de ingresos, la organización de festivales culturales, utilizando edificios públicos, el aire libre, y la colaboración del sector privado gracias a la publicidad.

Los objetivos de la cultura en las estrategias de desarrollo local y regional contemplan la renovación física y ambiental del lugar, la atracción del turismo, la creación de empleo directo e indirecto, el aumento de la competitividad para atraer a la población, la coordinación de la política cultural con las políticas urbanísticas, económicas, sociales y medio ambientales, y la integración de las iniciativas de financiación tanto públicas como privadas. Los instrumentos van desde la inversión en infraestructuras públicas de bajo coste, y la transferencia de conocimientos desde los centros de investigación y la difusión de la innovación, hasta la contratación de personal especializado y motivado.

Las estrategias pueden basarse, en primer lugar, en la producción, con relación al desarrollo de las industrias culturales, como en las ciudades de Karlsruhe (Alemania) y Sheffield (Reino Unido). En segundo lugar, en el consumo, al usarse las artes para desarrollar y aumentar las infraestructuras turísticas, como en las ciudades italianas de Venecia, Florencia o Pisa. Y, en tercer lugar, en la democracia cultural, que acentúa la importancia de asegurar un acceso y una participación en la vida cultural igual para todos los ciudadanos. Sería el caso de las ciudades declaradas capitales europeas de la cultura.

Lo que tampoco podemos obviar son los problemas con los que nos podemos encontrar, como por ejemplo, las tensiones entre el centro y la periferia; los dilemas ante el desarrollo de la cultura basada en el consumo (que promueve actividades para atraer turismo y comercio), y la producción (que apoya la creación de industrias y empresas culturales); la tensión entre la cultura permanente y la temporal, y la propia tensión que origina el hecho de que vaya dirigida a una élite o a grandes masas.


(Artículo del "Diario Progresista!, publicado el 11 de Febrero del 2011)

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